El corazón de Alicante.
La Benemérita Institución, que lo es, merece una sede digna de un Cuerpo que lo da todo por la Patria, y la patria poco le da.
Cuando en 1844 el duque de Ahumada fundó la Benemérita Institución de la Guardia Civil, España empezaba a contar con un Cuerpo de sufridores. Abnegados hombres que, escopeta en mano, unas veces a pie y otras a caballo, vigilaban polvorientos caminos, angostos senderos rurales, escarpados montes y desiertas playas a la caza del delincuente que por cualquiera de los lugares pudiera aparecer. Misiones verdaderamente duras. Primero fueron los bandoleros de Sierra Morena o de la Serranía de Ronda. Los Siete Niños de Écija, el escurridizo 'Tragabuches'. José María el Tempranillo, el alicantino Jaime el Barbudo, que era de Crevillente. Asaltaban diligencias, robaban a los hombres y ultrajando a las mujeres. O los bandidos de ciudad, como el romántico Luis Candelas. Los llamaban bandidos generosos, pero la verdad es que eran unos cabroncetes.
Largas noches de frío en playas solitarias sin más abrigo que un simple capote y el tricornio, sin más defensa que un triste mosquetón en mano a la caza del contrabandista que varara en la arena con su carga de tabaco.
Luego vino la era del maquis que tantas vidas verdes se cobró.
Esforzados hombres, aguerridos soldados, herederos de la Santa Hermandad. La benemérita, los civiles, los civilones, picos, jundonares, verdes, atravesaos, hermanitas de la caridad o los tantos nombres que les dan, cantados en romances y coplas para bien o para mal, azote de los malhechores, vigilantes de la paz y protectores de la gente de orden, abnegados sufridores, lo cierto es que han sabido dar todo por la Patria cuando la ocasión ha llegado, y siempre expuesta su vida por el que se encuentra en mal trance.
Ellos saben lo que es entrar con reaños en la cueva del ladrón, bajar a un pozo ciego para salvar a alguien que imprudentemente se ha metido donde no le importa, o lanzarse vestidos a una alberca para empaparse de agua y desafiar al fuego en un incendio para salvar niños.
Habitaron siempre modestas y a veces inmundas casas-cuartel, hacinados con sus familiares. Aquí en Alicante y durante muchos años, ocuparon una vieja corrala o patio de vecinos existente en Maissonnave, ya desaparecida por fortuna, donde compartían con humildes gentes espacio y hasta servicios comunes de malolientes letrinas.
En 1931, al advenimiento de la República, el ministro de Hacienda Indalecio Prieto se compadeció de la situación y les buscó un alojamiento en Carolinas, lo que hoy es el Grupo Escolar de la calle Plus Ultra. A los Carabineros, su gemela institución, los sacó de aqella casuca de la calle Italia para meterlos en un edificio del siglo XVII, el de la calle San Vicente, al que fueron a para todos juntos, carabineros y guardias civiles cuando en 1941 el general Franco los unificó con el nombre de estos últimos. Y ahí siguen. ¿Hasta cuándo? El Ayuntamiento les prometió un espacio en Rabasa, del que nunca más se ha vuelto a hablar.
En 1685 se comenzó a construir el edificio de la calle San Vicente en un terreno propiedad del alicantino Baltasar Just, pero la obra experimentó varios parones. En 1899, sin terminar de construir, fue hospital militar, en 1719, cementerio y en 1912 se proyectó su demolición, pero ahí está. En el centro de la ciudad. Obsoleto, insuficiente, cochambroso, destartalado y feo.
La Guaria Civil tiene cada día más competencias: Policía Judicial, Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona), Grupo Citológico, Brigada Antidroga (Gifa) y tantos otros.
Creemos sinceramente que ese que llamamos Benemérito Cuerpo, y lo es, necesita y se merece una sede más digna de la dignidad de un Cuerpo al que exigimos cada día más y le damos cada día menos.
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Xevi Guardia:
¡¡¡Todos por una comandancia nueva en Alicante, todos por la Guardia Civil, todos por España!!! |