Ayer se inauguró en la Casa de la Provincia la muestra «La Guardia Civil: escudo de la democracia frente al terrorismo»
Son 302 rostros, 302 víctimas del terrorismo, 302 guardias civiles que miran desde un panel simbolizando la entrega y la lucha del cuerpo y guardando el dolor de sus familias. Forman parte de la exposición itinerante «La Guardia Civil, escudo de la democracia frente al terrorismo», que ayer abrió sus puertas en la Casa de la Provincia, cuatro días después de que la banda asesina ETA anunciara el «cese definitivo de la violencia».
Es una exposición para no olvidar, aun en tiempos de esperanza, la lacra del terrorismo que ha sacudido el país desde hace cuatro décadas, encabezada por ETA, con la mayor estela macabra, y seguida por el Grapo, el Ejército del Pueblo Gallego, el Frap y el terrorismo islámico. Para no olvidar a los asesinados de las fuerzas de Seguridad ni a los civiles ni a sus familias. Es la Guardia Civil el cuerpo que más pérdidas ha sufrido en estos años, un 22 por ciento de las 829 víctimas del terrorismo, le pertenecen. Y ayer los recordaba el general jefe de la IV Zona de la Guardia Civil, Laurentino Ceña Coro: «Esta es la mejor forma de tenerlos en la memoria». «La exposición es un recorrido breve e intenso» por los efectos del terrorismo, pero también un «balance de éxitos» en la lucha contra él, decía el general, en la inauguración de la muestra, que también es un homenaje a esos héroes muertos en acto de servicio y al trabajo que seguirá realizando la Guardia Civil «no lo dudéis, siempre, contra cualquier tipo de terrorismo».
Hubo amplia presencia institucional para el acto —desde la fiscal jefe, María José Segarra, a representantes políticos, pasando por miembros de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, familiares de asesinados o, incluso, Adolfo López, uno de los guardias civiles que detuvo a Henri Parot en Sevilla.
Y evidentemente, la inauguración estaba marcada por el anuncio de ETA —reflejado la reproducción de la portada de ABC, o en las de medios internacionales, incluidas a última hora— , con referencias en los discursos pronunciados por el presidente de la Diputación, Fernando Rodríguez Villalobos, y del delegado del Gobierno en Andalucía, Luis García Garrido. El primero resaltó la relevancia de la muestra que «adquiere un protagonismo inusitado después de la que ya he catalogado como la mejor noticia de lo que llevamos de siglo». «El trabajo, el tesón, la dedicación, el arrojo y la profesionalidad» de la Guardia Civil, el cuerpo «que más ha sufrido el zarpazo terrorista», fueron glosados por Villalobos, quien abogó porque la muestra «no se quede en una simple exposición, y entre todos la convirtamos en un verdadero y sincero homenaje y agradecimiento a este cuerpo, sin el que la España que ha nacido el pasado jueves no se entendería». Por su parte, López Garrido, apuntó que esta muestra «nos permitirá recuperar, almacenar y codificar la memoria de los actos terroristas que han tenido lugar en España y en Andalucía, y de las víctimas y afectados», a la vez que mostró su «compromiso firme hacia las víctimas».
La exposición
Porque, es cierto, puede volverse la vista hacia documentos fotográficos que guardan el horror de los ataques, de los coches bomba, de las casas cuarteles, de las acciones de ETA o de los terroristas islámicos, pero también puede comprobarse la espléndida labor del cuerpo, las actuaciones que con éxito ha realizado la Guardia Civil, con una cifra aplastante: el 80 por ciento de los desmantelamientos de cúpulas de la banda asesina están en su haber. La exposición también muestra las armas de ETA, bombas-lapa, temporizadores, dispositivos pertenecientes al arsenal intervenido a Henri Parot cuando vino a atentar en Sevilla, o la gran olla cargada de metralla que se encontró en el maletero de su coche destinada a atentar contra la entonces alcaldesa de Sevilla, Soledad Becerril, en una operación que se extendía a los regidores de Málaga y Granada.
Es la memoria del horror y de la lucha contra él. Y ayer, resonaba para quien quisiera escucharlo en los nombres de 302 guardias civiles, desde José Antonio Pardiñas Arcay, primera víctima reivindicada por la banda asesina en 1968, a los dos últimos muertos por el terrorismo islámico en Afganistán: José Galera Córdoba y Abraham Leoncio Bravo Picallo. Para no olvidar.

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