AGRUPACIÓN AHUMADA

"Noticias"
 

17/04/2011 hoy.es

El aire de Semana Santa.

HOY, lo fácil sería hablar de aquel día en que, camino de Madrid, nos cruzásemos, consternados, con dos o tres coches funerarios, en cuyos féretros volvían a casa los cuerpos de sendos guardias civiles, jovencísimos y extremeños, provenientes de la atroz masacre recién perpetrada por la eta en la plaza de la República Dominicana, Madrid, uno de cuyos autores, condenado por 22 asesinatos, que se dice pronto, acaba de ser puesto en libertad, luego de haber cumplido un añito y pico de condena por cada asesinado. Hay que joderse y agarrarse para no caerse. Pero no quiero entristecerles la mañana. No obstante, antes de pasar a otra cosa, a modo de condolencia con los padres «huérfanos de hijo» (Luis Rosales) a causa del vil terrorismo, quiero recordarles lo que dijera el gran escritor mejicano, Carlos Fuentes, cuyo hijo, de 24 años, muriese en accidente de tráfico: «Mi hijo tendrá para siempre 24 años».

Pasemos, pues, al aire de la Semana Santa. Pero no en sentido figurado, sino al aire de verdad: al que respiramos. Escucho en la radio la entrevista a un experto en física atómica, en la que, entre otras cosas, aborda el asunto de la contaminación atmosférica por el material radiactivo de la central japonesa a la que el tsunami ha dejado tiritando. Y me acuerdo, claro, de lo publicado en este periódico, no ha muchos días: el incremento, detectado en Cáceres, de partículas radiactivas provenientes de tan lejanas geografías. ¿Que qué tiene que ver eso con la Semana Santa? Tranquilos, que ya llegamos.

Lo dijo don Julio Rodríguez Villanueva, eminente profesor (a mí me enseñó biología), recién llegado a Salamanca procedente de Oxford, luego de habernos dicho con énfasis que lo que había que cuidar era el mar, pues que la mayor parte del oxígeno que respiramos es producido por las algas marinas verdeazuladas: «El oxígeno atmosférico se renueva cada dos mil años». Y me quedé con la copla.

No hace falta decir que la atmósfera terrestre funciona como un todo, que no hay compartimentos estancos: el incremento de las moléculas de yodo y cesio radiactivos detectadas en Cáceres son la prueba de lo que digo. Y aquí es donde viene lo bueno. Siguiendo esa lógica, y teniendo en cuenta el ciclo del oxígeno, estoy absolutamente convencido de que todos y cada uno de nosotros ha tenido en sus pulmones moléculas provenientes de los olivos del huerto de Getsemaní, donde Cristo orase la noche aquella. ¿Ciencia ficción? Eso pensaba la gente del XIX cuando uno les dijo que con el tiempo todo el mundo llevaría un teléfono en el bolsillo. Hoy por hoy, todas las moléculas de oxígeno son iguales. O sea, que no hay forma de saber ni su edad ni su origen. Pero no se preocupen ustedes. Día llegará en que los físicos (los verdaderos filósofos, los otros están en retirada) averiguarán la edad exacta de cada molécula. Y lo que es más importante: su lugar de procedencia. El huerto de Getsemaní, un suponer. En el siglo XXII les espero. (Este escrito está dedicado a las personas que viven con fervor la Semana Santa, a muchas de las cuales, estoy seguro, les agradará saber que el aire que respiran lleva oxígeno 'gemelo' del que respirase Jesucristo en aquellos días que ahora se conmemoran.)

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